
Después de meses de ausencia, justificada claramente, reaparezco en este mundo que me alegra el alma, la mente y el espíritu: mi Blog!
Como muchos sabrán, me mudé a la
Ciudad de México, la gran urbe, la capital de mi adorado país, de mi México lindo. Después de pasar mucho tiempo jurando y afirmando que jamás viviría en esta ciudad, al final el destino me ha traído hasta aquí. Por lo tanto, este texto es simplemente una breve reflexión sobre lo que ha sido el cambio de visión y perspectiva de mi vida, del mundo y de la sociedad mexicana a lo largo de estos casi cuatro meses en
un mundo diferente.
Llegué el día 4 de agosto al medio día, llegué con muchas ilusiones y deseos de aprender cosas nuevas, de luchar por mis sueños, tal y como lo he venido haciendo los últimos años. La actitud que tenía en esos primeros días era de
lucha, de enfrentarme sólo a la Ciudad, de buscar un lugar para mí. Fueron unos días complicados, pero gracias a Dios tuve la oportunidad de recibir ayuda de unos
ángeles que se colocaron delante de mí.
Los primeros días la pasé buscando dónde vivir, así como concretizar los motivos que me trajeron a esta ciudad, vecina a la mía. Por uno u otro motivo,
mis razones empezaron a desmoronarse las primeras semanas, me di cuenta que el mundo
“no es de caramelo”. Muchas Instituciones y personas están muy viciadas, llenas de corrupción y favoritismos, descubrí que el talento y las capacidades no son tan valorados, sino que pertenezco a un país
(por desgracia) corrupto, donde no hay lugar para gente creativa, sino para la gente astuta e hipócrita. Al menos esa fue mi primera impresión.
Viví unos días llenos de tristeza, de
melancolía y decepción. Me cuestioné mucho mi presencia aquí, me dio miedo de sentir la soledad humana, la intemperie de la sociedad y la oscuridad del futuro. Derramé lágrimas de dolor, de impotencia y de soledad, experimenté lo que expresa el gran Kierkegaard:
Miserable destino! En vano adornas tu arrugado rostro como una vieja ramera, en vano metes ruido con cascabeles de bufón. De cualquier manera me repugnas, porque siempre eres el mismo aplastándonos y reconociéndonos. ¡Venid sueño y muerte! Vosotros no prometéis nada y lo cumplís todo (Diapsálmata, 52).Parecía este tiempo una verdadera
noche oscura donde, en medio del túnel de la novedad, no resplandecía ningún rayo de esperanza. Son estos los momentos de los cuáles he descubierto y evidenciado que se aprende mucho más de sí mismo, que se descubren los dolores y los
vacíos existenciales del ser personal… pero
¡cómo duele sentir el peso de la existencia en estas condiciones! Pero toda noche tiene su ápice, su culmen, y en seguida viene la madrugada y el amanecer. El pensar esto, sostuvo mi esperanza de seguir, de luchar, de
adaptarme a mi nuevo mundo, de aprender, de no desesperar. La vida siempre te tiene nuevas sorpresas, te llena de conocimientos nuevos,
de aventuras y de metas que alcanzar. Por lo tanto, he decidido continuar luchando, he decidido seguir adelante… y en verdad afirmo con confianza:
¡la paciencia todo lo alcanza! (Santa Teresa de Jesús).
Mis conceptos sobre la sociedad mexicana han mudado, he visto cosas que no había imaginado, me he sentido afectado sobremanera al ver las precariedades de mucha gente en medio de una urbe tan inmensa, al ver la
soledad que viven millones de personas estando rodeadas por multitudes, al observar las miradas de personas con sus propias preocupaciones, quizás familiares, económicas, laborales… Y ¿a quién le preocupa?
Vivimos inmersos en una sociedad tan individualista, una sociedad tan
materialista, tan superficial y llena de prejuicios. Es horrible ver las desigualdades sociales, ver a mucha gente con manos destruidas por los trabajos pesados, ver gente durmiendo en el metro, cansados de la vida, de la rutina, de los problemas… lo que más me dolió fue ver un par de niños que no pasaban los cinco años, solos en el metro vendiendo caramelos, en medio de desconocidos, gente de todo tipo de intenciones… ¿Dónde estaban sus padres? ¿Dónde está la autoridad?
¿Dónde está mi Dios? La Ciudad de México, una belleza histórica y una propuesta de un mundo contemporáneo, una ciudad comparada con otras grandes capitales europeas, sin embargo llena de
desigualdades sociales y de un ambiente hostil, donde la violencia y el miedo son el pan de cada día. Un día un amigo mío me dijo:
“Juan, no hay rosas sin espinas”, y es verdad, la belleza que tiene esta joya de ciudad, está envuelta y empañada por estos problemas que la hacen perder su encanto.
Al mismo tiempo he conocido mucha gente que hace mucho por el país, personas que luchan por cambiar esta realidad. Hace no mucho tiempo soñaba con un día lograr ser profesor universitario de la Università La Sapienza en Roma, sueño que cambió cuando toqué más de cerca la realidad de mi país, pues sentí el deseo de
aportar con mi vida y con mis talentos
“algo” a este país que me vio nacer y me hizo como soy… ¿Y qué le puedo ofrecer yo a México? Pues
lo que soy, lo que Dios ha hecho por mí,
dar aquello que
recibí y que aún quiero recibir. Sólo el tiempo me irá enseñando a ser mejor persona para mi país y para mi gente, no olvidando que soy
cittadino del mondo y que debo prepararme lo mejor posible para tal objetivo.
Mientras tanto, no me queda más que agradecer a esta bella ciudad que me ha recibido y que me está haciendo crecer como persona, así como agradecer a las personas que tanto aquí como en otras partes del mundo han sido apoyo y fuerza en mis nuevos pasos de vida, y sobretodo darle gracias a
Aquel que me sostiene el alma y me da las fuerzas para luchar, que me hizo ser lo que soy y me dio el talento suficiente para pasar estos
"cuatro días" que tenemos en este mundo.