jueves, 24 de diciembre de 2009

Aleluya! Ha nacido el Salvador


En estos días celebramos la grande fiesta de la Navidad, una fiesta religiosa que se ha penetrado hasta los huesos de nuestra sociedad, por más laica que se defina. Al pasar en estos días por las calles de mi ciudad, descubro la belleza de los monumentos iluminados con las luces navideñas que realzan su majestuosidad: los árboles navideños, los preciosos nacimientos y las luces centellantes que hacen de estas noches un recuerdo memorable.

Pero al reflexionar sobre la profundidad del misterio navideño, me pregunto si pudiera colocarme en el pesebre y contemplar al pequeño que nace a favor de nuestra Salvación, si estuviera frente a El no se que diría, tal vez simplemente me limitaría a tomarlo en mis brazos y agradecerle el tanto amor que nos ha manifestado al hacerse un simple nene que se fía de nuestras debilidades. ¡Tanto amor nos ha manifestado!

Gracias Señor, gracias por la grandeza de tu abajamiento y la simplicidad de tu gloria. Que en esta Navidad renazca la esperanza profunda de la fe, y que nuestras vidas cada vez más se acoplen a tu plan de amor. Quisiera ofrecerte lo bueno y lo malo que hice este año, para que tu me ayudes a ser cada vez mejor…

martes, 15 de diciembre de 2009

El valor del Adviento






Estamos en la recta final para el tiempo de Navidad. Hemos pasado ya algunas semanas en el tiempo del Adviento, tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone como tiempo de preparación, de espera y purificación para la venida del Mesías, del Salvador hecho niño. Estamos a las puertas de un tiempo lleno de alegría y esperanza, un tiempo favorable para aquellos que se preparan para este acontecimiento.

El Adviento, más que un tiempo de renuncia o de abnegación piadosa, es un tiempo de limpieza de corazón, recordando aquella bienaventuranza que Jesús refiere: felices los limpios de corazón porque ellos verán a Dios (Mt.5, 8); por eso, hablar de Adviento es hablar de preparación festiva, alegre y sincera, un tiempo para limpiar todas las impurezas del corazón y contemplar con ojos limpios al niño que nos nace como Salvador y Redentor.

La mayoría de las veces sentimos que esa limpieza de corazón es inalcanzable, que es algo propio de los elevados y de los santos; pensamos que son realidades que superan nuestra indigencia y pobreza espiritual (e incluso moral). Pero en realidad ¿a qué se refiere esa limpieza de corazón?

Hay momentos a lo largo de nuestra vida que acumulamos ciertas ideas, rencores, amarguras y fracasos que nos impiden ver la realidad tal cual es, que nos hacen sentirnos peor de lo que ya el día a día nos muestra que somos. Son esas impurezas que están acumuladas en el alma que nos impiden recuperar la esperanza en Dios, en nosotros mismos y en los demás… sabemos que nadie es perfecto en esta tierra, y aún así esperamos que los demás sean mejores que yo; creamos grandes expectativas de la gente, de la familia y de los amigos que, cuando nos damos cuenta que son meras ilusiones, caemos en el desánimo y en la desconfianza, nos cerramos en nosotros mismos y nos parece que el mundo no vale la pena.

Adviento, tiempo de quitar todas esas impurezas, todas aquellas manchas que te hacen sentir sucio en el alma, tiempo de buscar a Dios y de regresar a El, tiempo de darte una nueva oportunidad a ti mismo, a ti misma… tiempo para hacer las paces con los amigos que has lastimado y que te han hecho sufrir… es un tiempo especial para quien quiera vivirlo de manera especial.

Sólo así, con el corazón limpio y la mirada de confianza, podremos descubrir en ese niño que nace al mismo Dios, que viene a dárnoslo todo, que se hace pobre y sencillo para que yo pueda entender la grandeza de su amor y de su misericordia. Un amor que se manifiesta en el pesebre y en su sencillez, así como el amor hasta el extremo en la Cruz. Ese niño que nace es mi Salvador, y por El quiero preparar mi corazón, abrirle las puertas y dejarle entrar en mi vida, que nazca en mi y que pueda ayudarme a ser mejor cada día, más limpio y más generoso conmigo mismo y con los demás.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Caminar entre sombras...


Cuando las sombras se disipan en medio de la luz, el color del mundo y de las cosas vuelve a su lugar. ¡Cómo es difícil caminar en medio de la nada! Sólo quien tiene la luz en si mismo es capaz de caminar en medio de las sombras e iluminar a los demás. El problema real adviene cuando no hay nadie que irradie esa luz. Y peor aún que tu no tengas esa luz en ti… pero ¿qué tipo de luz?

A veces, caminando por las calles de mi ciudad, me doy cuenta que la mayoría de las personas que observo camina entre sombras, sin rumbo; me asombra que en muchos días y en muchos momentos soy yo quien está en medio de la obscuridad. La soledad y el vacío del alma son muy malas compañías cuando la sombra del sin sentido llega a tu corazón, pues no sabes el camino y el rumbo que has de tomar, puesto que en medio de las sombras no hay camino que se identifique.

La pregunta que surge en lo más profundo de mi alma es: ¿Hacia dónde va todo esto? ¿Cuál es el porque?

Durante mucho tiempo viví bajo el error y la ilusión de saberlo todo, de pensar que controlaba y comprendía el universo, el mundo; pensar que ya sabía quien era yo, lo que quería y lo que haría… Hoy no puedo decir ni pensar lo mismo. Hoy vivo en la interrogante más profunda. Es normal que entre en escena el miedo en situaciones como estas, delante de la inestabilidad, la inseguridad y la incertidumbre.

La libertad de opción te puede llevar por caminos que desconoces, caminos buenos y malos, falsos atajos y metas ilusorias. Creo que todo ser humano tiene experiencia de esto. Pero pienso que el mundo es así: un mundo en continua evolución y cambio constante; la vida humana se va alterando según los cambios que acontecen a su alrededor y a la vez, de acuerdo a las circunstancias, el yo individual de cada ser humano va tomando forma, algo así como lo describía Ortega y Gasset. Pero, ¿será que el mundo y la vida humana caminan hacia un destino o meta en particular? ¿No será que las sombras han invadido el mundo y que, como resultado de este fenómeno, contemplamos las desgracias cotidianas? ¿Hacía dónde vamos como individuos y como grupo? ¿Vamos por las sombras o en la luz disfrazada de dolores?

La “sagrada” contingencia, el movimiento constante sigue su marcha, el tiempo no para (ni perdona), la vida nace, muere y al mismo tiempo se renueva, nuevos individuos aparecen en medio de la nada… ¿Y dónde quedo yo?

En medio a este mundo en marcha, ¿Por qué será que el deseo de poder controlar todo marca mi vida? ¿Será talvez la angustia que arrastra al mundo? No lo creo. Sé que las respuestas a todas estas interrogantes no son fácil de responder, pero, ¿por qué tener miedo de cuestionarnos? Ya lo decía Kant: Sapere aude, atrévete a pensar, no temas reflexionar, puesto que sólo aquel que tiene la determinación de hacerlo, no pasa esta vida en la superficialidad de la contingencia, sólo aquellos que se atreven a pensar y a cuestionarse son los que, hasta hoy, han dado luz a nuestra sociedad, a nuestro mundo.

Sin embargo, veo que el pensar es cosa de unos pocos. No sólo porque las personas no lo quieran hacer, el problema es que no las dejan…cuánta porquería en nuestras televisoras, cuánta manipulación social y cuánta crueldad en nuestros periódicos… cuando no se discute la farándula y los espectáculos, se dan las listas de muertos en la zona, sin ninguna delicadeza visual o descriptiva. ¿Cómo está la educación? ¿Quiénes son los profesores de nuestros niños, los ejemplos de la juventud?

No importa si aún estamos en las sombras, lo realmente importante es que, aquellos que tienen esa luz de la inteligencia, de la razón, de la fe y de la esperanza, no se cansen de brillar para iluminar este mundo, no por gloria personal, sino por la dignificación de la vida humana, de la sociedad, de los individuos.

Coimbra, cidade inesquecível!


“Coimbra, uma mostra de tradição portuguesa”



«Coimbra tem mais encanto na hora da despedida» cantam os jovens universitários ao pé das escadas da Sé Velha, no coração da cidade na noite da serenata final ao terminar o ano lectivo, um fado entre outra série de fados de espírito melancólico que traz à alma de quem ouve uma série de emoções inexplicáveis. Assombra ver a praça da Sé cheia de jovens, e ainda melhor, trajados com as capas negras que os identificam como universitários, essa noite torna-se uma experiência única e irrepetível. Os finalistas, com lágrimas nos olhos recordam os anos lá passados e bem vividos, as experiências positivas, os êxitos e os fracassos, os amores e a dor das chamadas noites escuras. Os caloiros olham para aquela multidão com o desejo de passar um bom serão cheio de cerveja, música, amigos, copos, e de não voltar a casa antes das dez da manhã do dia a seguir… os olhares não são os mesmos, a caminhada feita é diferente, o momento da vida dos finalistas e dos caloiros têm rumos diferentes, embora tudo pareça semelhante, as almas experimentam coisas diferentes: uns chegam à cidade e gostam do caminho que estão prestes a começar, outros choram a despedida daquela que foi a sua morada ao longo de vários anos. Só na hora da despedida é que a mágoa da saudade se faz sentir no coração dos jovens. É precisamente esta uma das razões pelas quais Coimbra é também chamada a Capital da Saudade!

É assim que posso descrever o espírito que se experimenta na cidade de Coimbra naqueles dias de festa da Queima das fitas, onde se respira o ar universitário (para além do cheiro a cerveja que é típico nestes dias em toda a cidade) e onde a alma se identifica com a alegria e a jovialidade dos jovens, cheios de sonhos e esperanças, com uma vida que apenas começa o seu percurso.

Morar em Coimbra é uma experiência rica, seja pela gente que lá mora, como pelas tradições que se mantêm vivas na sociedade. As festas à volta da Universidade (um dos símbolos próprios da cidade) são uma forte definição do que é a cultura conimbricense, assim como a frescura dos seus monumentos como a Sé Velha e a Nova, a Câmara Municipal, Santa Clara a Velha, os muros da cidade velha, a Igreja da Santa Cruz, o edifício do Seminário Maior, o Jardim da Sereia (entre muitos), assim como a luminosidade do seu belo rio, o Mondego, nascido nas fontes da Serra da Estrela. Tudo isto faz de Coimbra uma cidade particular entre muitas, com traços particulares e riqueza única no país.

Descrever a cidade de Coimbra é tentar descrever uma casa, um lar, um lugar digno de colocar o coração e a vida, onde se deixa uma parte da alma, onde se aprende a ser português, onde a paixão pelas artes e as ciências têm a sua génese, onde a literatura torna-se uma fonte cheia de inspiração, onde aprendes nas aulas da vida com o Padre António Vieira, Miguel Torga, Camilo Castelo Branco, José Saramago, Fernando Pessoa; lugar que ensina amar as tradições universitárias, amar o fado ali é quase obrigatório, é natural e espontâneo, deliciar-te com as serenatas, sofrer com o ar de mágoa que se traz no coração e que só nesta bela cidade temos a oportunidade de tirar cá para fora.

Só quem lá pôs o coração, só aquele que se deixou apaixonar pela cidade, pela cultura e pelas tradições é capaz de verter lágrimas ao deixar esta bela pérola portuguesa e terra de sonhos. Lembrar as ruas da cidade cheia de jovens trajados, os cafés cheios de universitários com discussões filosóficas ou desportivas, as fachadas das repúblicas quase a cair de velhas, os caminhos empedrados e escorregadios nos dias de chuva, as procissões do Corpo de Deus pelas ruas da cidade, as noitadas ao pé do Mondego, e muitas coisas mais fazem de Coimbra uma cidade especial.

Portugal, país mítico, cheio de cultura e tradições, é uma das maiores riquezas culturais na actualidade, é uma fonte de informação sobre o mundo, a história, a vida. Falar deste país é falar duma grande cultura; embora o território seja pequeno em comparação com outras grandes nações, a singularidade da terra lusa é peculiar. Coimbra está no centro do país, é quase como uma síntese e uma ponte entre o norte e o sul, um ponto de encontro, onde jovens algarvios fazem amizade com os portuenses, onde os transmontanos descobrem as diferenças com os beirões, onde a cultura portuguesa luta por se manter viva, onde a língua portuguesa tenta manter-se viva e fiel à sua história. Coimbra, terra de sonhos e de tradições: Como esquecer as tuas festas? Como não lembrar o dia de Santo António, ou de São João? Como não visitar o túmulo de Don Afonso Henriques? E a Quinta das lágrimas que recorda o amor da Inês e do Pedro, amor que cheira a eternidade? Como não visitar as zonas do Baixo Mondego tão férteis? Como tirar da mente a imagem dos campos de arroz a caminho da Figueira da Foz e das praias e matos que te rodeiam? Como não trazer no coração as vilas e cidades que te circundam como a Serra do Luso, Condeixa, Soure, Mira? É quase impossível tirar-te da mente, oh Coimbra.

No entanto, nunca percas essa tua vontade de descobrir o mundo, não deixes de ser solo universal, terra de todos, portal do mundo e janela da ciência, terra fecunda de santos e de homens dignos de todo respeito; e sobretudo, oh Coimbra, jamais abandones a tua identidade, ser essa terra de sonhos que ilumina a cultura universal e fonte de inspiração.

Natale!

«Cosa farò questa volta?»
Quando arriva il tempo di Natale, quando le città s’illuminano con le luci dei negozi e delle case che attendonno le feste, non so perchè ma il cuore si ferma un attimo e parla a se stesso: un altro Natale? È finito un altro anno? Cosa ho fatto di buono questa volta?
Penso che i pensieri di tutti coloro che si prendono sinceramente la sfida di riflettere, arriva ad un certo punto in cui ci si domanda se è stato un bel tempo o purtroppo abbiamo sprecato tutti i trecentosessantacinque giorni per niente: quanti sogni bloccati? Quante idee non fatte? Quante parole non dette? Quante persone ci hanno fatto soffrire? E sopratutto, quante persone ho fatto piangere?
Per me, Natale e Cappodanno sono momenti in cui cerco di rifletere su tutte le brutte cose che ho provocato... e mi pento. Ma perchè? Forse per la voglia di cominciare un anno nuovo diverso, non lo so; potrebbe essere un po’ egocentrico pensare solo a me, però purtroppo se non cerco di sapere chi sono io e cosa potrei megliorare so che nessuno lo farà per me. Gli amici veri sono coloro che ti aiutano a conoscerti così come sei, e non hanno paura di dirti i tuoi sbagli... però questo tipo di amici è difficile da trovare.
Perciò voglio credere che Dio mi stia dando la possibilità di diventare ogni anno, ogni giorno una persona nuova, mIgliore, più verace. Ma com’è dificile la strada della purificazione; come vorrei farla sinceramente, ma non sempre è facile dire a te stesso alla fine dell’anno: questa volta sei stato un cretino!La vera strada da fare è quella della sincerità, della trasparenza, senza ombre ne buchi neri... so che essere perfetto è un po’ complicato in questa vita, in mezzo a un mondo che ogni volta puzza per le cattiverie che si fanno, o la mezogna della gente che fa del male (non mancano mai).
L’importante per me adesso è non perdere la speranza in Dio, in me stesso e negli amici veri; voglio fare questa strada... Voglio vivere questo Natale al cento per cento, senza paura di pentirmi di ciò che è brutto in me, ma ringraziare per tutto il bello che ho ricevuto senza meritarlo. Non voglio cominciare l’anno con rimorsi, ma col desiderio delle nuove sfide che mi aspettano, col cuore pieno per condividere gioia e pace con le persone che mi son vicine e con quelle che, da lontano, hanno uno spazio nel loro cuore per me...
Vorrei vivere un Natale dove possa ritrovare la luce che ci porta il bambino Gesù, la luce della fede che mi aiuta ad essere megliore e a cercare la mia strada ogni giorno... Vorrei questo per me e per tutti i miei amici... vorrei questo per te...
Buon Natale!

martes, 8 de diciembre de 2009