Una luz suave y firme ilumina mi rostro, mientras que una
ligera brisa mueve mi cabello con dirección norte. Mi alma se despliega, abre
sus alas y pide volar, quiere unirse al viento, desea poder salir del cautiverio
donde yo y la sociedad la hemos colocado: en la prisión de la sociedad
capitalista. “¡Tengo ganas de volar!” me grita mi alma toda vez que se asoma por
la ventana de mis ojos, y las lágrimas que caen sobre mi rostro es el deseo
frustrado de esa alma inquieta, presa
del orden y del deber social.
¿Por qué no la puedo dejar volar?
Porque la uso para trabajar, para vivir o sobrevivir en esta
nueva ciudad. Al alma no la alimento, está allí, inerte, sedienta, hambrienta
de más… quisiera alimentarla pero no puedo: debo trabajar, debo compartir mi
vida con gente, con personas que me rodean con o sin razón.
Tengo tantos deseos de soledad, de estar solo con mi alma y
escucharla, dejarla expresarse a través de la música, de la literatura, dejarla
alimentarse de la lectura, de las bellezas terrenas; ganas de dejarla estar
cerca de su Creador, del dueño de su existencia, del Absoluto, del Todo.
Tengo ganas de TRASCENDENCIA y mi alma lo pide, lo expresa, lo necesita… hoy más que nunca lo necesito y para ello debo alimentarme, dejar de estar en ayunas a nivel trascendental y dejarme invadir por el Absoluto, por la magnificencia del que “todo lo puede”, del Creador y de Padre que tanto necesito en eta nueva etapa (tan difícil) en mi vida.
Ciudad de México 12 de Octubre 2010