
Hace mucho tiempo me di cuenta que había una palabra que no me gustaba decir: adiós.
La verdad es que nunca le di tanta importancia al hecho de detestar o no desear decir o escuchar esta palabra. Pero hoy me di cuenta de la profundidad que para mí significa. Decir adiós para muchos es simplemente un modo gentil y amable de despedirse de una persona a la que se le verá pronto o en un tiempo determinado. Pero para mí tiene un sentido más profundo y más intenso: el decir “adiós” es alejarte de la persona con la cual estás, es nunca más saber de ella, es sentir que a partir de allí se crea todo un abismo de separación y que no tiene regreso. Por eso jamás digo tal palabra a la gente que amo y quiero. Pero a pesar de eso, he tenido muchas personas a las cuales he tenido que decir estas palabras, a aquellas que se han marchado para siempre de mi vida, que han ido a otra vida y que no están presentes en este mundo en el que vivo. Sin embargo hay momentos en la vida en que debes también decir adiós a personas que amas y que sabes no son ya parte de tu vida, que se convierten en extraños y que profundamente no quieres volver a ver, o que quizás las circunstancias así lo marcan. Para mí no es fácil hacerlo, pero cuando llega el momento, lo hago, con todo el dolor de mi corazón. Así que si alguna vez te lo digo, sabes que nunca más sabrás de mí, que aunque te ame o te odie, al final mi existencia pasa a ser nada para ti, y me convierto en un recuerdo, en una historia, en un momento de tu vida, bueno o malo, pero mi ser en ti se convierte en ausencia y silencio.
A…Dios… es el sentido más profundo de estas palabras. Sólo Él sabe hasta cuándo, hasta dónde, en qué momento y en qué lugar te volveré a encontrar… pero hoy, debo decirte adiós…
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