
Estamos en la recta final para el tiempo de Navidad. Hemos pasado ya algunas semanas en el tiempo del Adviento, tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone como tiempo de preparación, de espera y purificación para la venida del Mesías, del Salvador hecho niño. Estamos a las puertas de un tiempo lleno de alegría y esperanza, un tiempo favorable para aquellos que se preparan para este acontecimiento.
El Adviento, más que un tiempo de renuncia o de abnegación piadosa, es un tiempo de limpieza de corazón, recordando aquella bienaventuranza que Jesús refiere: felices los limpios de corazón porque ellos verán a Dios (Mt.5, 8); por eso, hablar de Adviento es hablar de preparación festiva, alegre y sincera, un tiempo para limpiar todas las impurezas del corazón y contemplar con ojos limpios al niño que nos nace como Salvador y Redentor.
La mayoría de las veces sentimos que esa limpieza de corazón es inalcanzable, que es algo propio de los elevados y de los santos; pensamos que son realidades que superan nuestra indigencia y pobreza espiritual (e incluso moral). Pero en realidad ¿a qué se refiere esa limpieza de corazón?
Hay momentos a lo largo de nuestra vida que acumulamos ciertas ideas, rencores, amarguras y fracasos que nos impiden ver la realidad tal cual es, que nos hacen sentirnos peor de lo que ya el día a día nos muestra que somos. Son esas impurezas que están acumuladas en el alma que nos impiden recuperar la esperanza en Dios, en nosotros mismos y en los demás… sabemos que nadie es perfecto en esta tierra, y aún así esperamos que los demás sean mejores que yo; creamos grandes expectativas de la gente, de la familia y de los amigos que, cuando nos damos cuenta que son meras ilusiones, caemos en el desánimo y en la desconfianza, nos cerramos en nosotros mismos y nos parece que el mundo no vale la pena.
Adviento, tiempo de quitar todas esas impurezas, todas aquellas manchas que te hacen sentir sucio en el alma, tiempo de buscar a Dios y de regresar a El, tiempo de darte una nueva oportunidad a ti mismo, a ti misma… tiempo para hacer las paces con los amigos que has lastimado y que te han hecho sufrir… es un tiempo especial para quien quiera vivirlo de manera especial.
Sólo así, con el corazón limpio y la mirada de confianza, podremos descubrir en ese niño que nace al mismo Dios, que viene a dárnoslo todo, que se hace pobre y sencillo para que yo pueda entender la grandeza de su amor y de su misericordia. Un amor que se manifiesta en el pesebre y en su sencillez, así como el amor hasta el extremo en la Cruz. Ese niño que nace es mi Salvador, y por El quiero preparar mi corazón, abrirle las puertas y dejarle entrar en mi vida, que nazca en mi y que pueda ayudarme a ser mejor cada día, más limpio y más generoso conmigo mismo y con los demás.
Olá Amigo!
ResponderBorrarsó para te dar as boas vindas ao mundo da "blogo'sfera" e dizer-te que ...
Estou de olho em ti...
ABrAçO